domingo, 22 de mayo de 2011

En el momento en que te vi.

En el momento en que te vi pensé tal vez que mi mente me estaba jugando una mala pasada.

La foto compartida, la crítica objetiva y acertada, nada tal vez podría haberme preparado para mi caída precipitada en tu halo de existencia.

Las horas de soledad se tornaban en minutos de aventura. Mi cerebro desquiciado por preocupaciones quánticas se estiraba, bostezaba y respiraba hondo poniendo en marcha la maquinaria de mi cuerpo y la adicción a la esperanza. El planeta se encogió en cuestión de segundos a la mesa de un bar, el universo relativo de Einstein dejó de tener un lugar privilegiado en mi materia gris y se confundió con la realidad inmediata, aquella que expulsamos de nuestros sueños por rutinaria y vulgar.

Lo que siguió a aquel día fueron días de gravedad cero, de felicidad infinita,  de ingenio y pasión redescubierta. Y aunque duró poco aquella borrachera y la resaca que dejó todavía nubla mis sentidos, cada día que pasa es un trocito de aspirina que me cura y que me sana, que me devuelve la sonrisa y que me hace recordar lo hermosa que eres y la suerte que tuve de tenerte en mis brazos por breve que fuese.

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